martes, 31 de enero de 2017

Asociación Cultural Alfonso I, la Cantabria rebelde


"Somos una asociación cultural independiente y autónoma legalmente constituida, resultado de la unión de un grupo de jóvenes y no tan jóvenes inconformistas montañeses que, conscientes de nuestros orígenes, hemos decidido asociarnos como elemento de resistencia frente al injusto y deshumanizado mundo que nos ha sido impuesto.

Pretendemos por medio de la asociación y el trabajo desarrollado a través de la misma ofrecer alternativas a la ruina social, moral y espiritual en la que está instalada nuestra adormecida sociedad.

 Frente a su materialismo, hedonismo e igualitarismo cultural...

¡Comunidad, solidaridad e identidad!"

Así se presenta la Asociación Cultural Alfonso I en su web: 
http://www.alfonsoicantabria.org/
También puedes seguirlos en Twitter: 
https://twitter.com/ACAlfonsoI

lunes, 30 de enero de 2017

Inmigración, racismo, mestizaje, identidad: guía para perplejos



¿Es usted racista por querer seguir siendo blanco, católico o español? ¿Es obligatorio alabar el mestizaje? ¿Por qué hay que respetar a las culturas ajenas y, sin embargo, destrozar la propia? Si la inmigración es buena, ¿habrá que fomentarla? Y si es mala, ¿habrá que prohibirla? ¿Qué hacer con los inmigrantes? Integrarlos, sí, pero, ¿qué quiere decir “integrar”? ¿Convertir a alguien en otra cosa que no es? ¿Y si no quiere? Nosotros podemos pesar que nuestra forma de vivir es la mejor, pero ¿podemos imponerles a los demás esa convicción? Son asuntos distintos, pero no distantes, pues hoy aparecen todos a la vez. Proponemos aquí una Guía para Perplejos que, al menos, aportará materiales para un debate sensato.

La afluencia masiva de inmigrantes nos está dispensando una especie de adoctrinamiento no menos masivo. Pocas veces como hoy ha estado el ciudadano tan sometido a un bombardeo ideológico de semejante intensidad. Desde el Gobierno, desde los periódicos, desde las iglesias o desde las aulas, mil voces nos orientan a diario sobre los distintos aspectos del problema, pero, en general, en un sólo sentido: hay que ser tolerante, hay que aceptar al Otro, la inmigración es buena, hay que eludir el racismo, vamos hacia sociedades mestizas y, en fin, el largo etcétera de la Cosmópolis que viene. El discurso es grato, porque tiene un aire de buena voluntad, y a veces convincente, porque guarda cierta coherencia interna. Pero, al mismo tiempo, reposa sobre una tenaz cadena de contradicciones insalvables. Por ejemplo: ¿La inmigración es buena? Pero nadie puede considerar “bueno” que millones de personas se vean obligadas a abandonar sus hogares, sus familias, sus tierras. Entonces, ¿es buena cómo y para quién? Otro ejemplo: ¿Hay que respetar la cultura del prójimo? Claro que sí, pero, entonces, ¿también habrá que respetar la nuestra? ¿Y qué pasa si resulta que no son compatibles? Más ejemplos: ¿Hay que integrar al inmigrante? Bien, pero ¿y si la integración exige renuncias incompatibles con el otro principio, el de respetar su cultura? Una contradicción semejante afecta al concepto de “racismo”, que se usa de cualquier manera y en los sentidos más impropios posibles: ¿Defender la propia identidad es un acto “racista”? Pero entonces, ¿por qué no es racista el prójimo cuando defiende la suya? Todo esto va creando un mar subterráneo de desconcierto y hostilidad por debajo de la benevolencia del discurso oficial.

Que una situación nueva genere tensiones y contradicciones es algo que está en la naturaleza de las cosas. Lo que no es normal es que una sociedad responda a un desafío nuevo con un discurso contradictorios en sí. Una respuesta contradictoria es, por definición, una no-respuesta. Y da la impresión de que eso es lo que está ocurriendo en Europa, en España, con el reto de la inmigración; un reto que no es sólo de carácter socioeconómico, sino que ante todo es un desafío cultural, porque implica la entrada de anchas porciones de población con su propia manera de entender y vivir la vida. ¿Por qué somos incapaces de ofrecer una respuesta coherente al problema? Porque las armas intelectuales con las que tratamos de responder son en sí mismas contradictorias. Estos problemas –quizá no tan nuevos como creemos- nos llegan a nosotros, europeos, cuando ya estamos al final de un camino: primero quisimos convertir al mundo a nuestra fe, luego quisimos someterlo a nuestro dinero y, por último, hemos empezado a pensar que quienes tenían razón eran ellos, y no nosotros. ¿Qué hacer ahora, cuando ellos llegan aquí? ¿Convertirlos a nuestra fe o convertirnos nosotros a la suya? ¿Someterlos a nuestro dinero o poner nuestro dinero a su servicio? Y a todo esto, ¿quién tiene razón?

La inmigración no es buena

Es imprescindible empezar por el principio, por el fenómeno que ha dado lugar a todo este desconcierto: la inmigración. Y de entrada, habría que cuestionar la posición oficial al respecto, a saber, aquella según la cual la inmigración es “algo bueno”. Todos sabemos que las migraciones de pueblos son tan viejas como la humanidad. También sabemos que no pocas naciones se han constituido sobre la base de contingentes de inmigrantes. Y sabemos, en fin, que la inmigración, bajo ciertas circunstancias, puede hacer resucitar a una economía, como acreditaron Francia y Alemania durante los “treinta años gloriosos” de la segunda posguerra mundial. Bien, todo eso es verdad, y el discurso oficial no deja de repetírnoslo para avalar las bondades del fenómeno. Pero lo que hoy estamos viviendo en Europa en general, y en España en particular, tiene poco que ver con las migraciones de pueblos de la estepa eurasiática, con el nacimiento de las naciones americanas o con una reconstrucción de posguerra. Lo de hoy es completamente distinto.

Lo que hoy estamos viviendo es el flujo, desordenado y sin freno, de masas humanas que abandonan su tierra con destino a otras sociedades ya superpobladas. Ese movimiento obedece a una doble causa: el caos social, político y económico de los países pobres, y el señuelo de la prosperidad que los países ricos proyectan en todas direcciones a través de los medios de comunicación. “Doble causa”, y no dos causas distintas, porque en el fondo todo obedece a una sola fuerza: el designio del sistema occidental –un occidente que ya no es geográfico ni cultural, sino económico- de extender por todo el planeta un único modelo de vida, abandonando a su suerte a quienes no sean capaces de incorporarse al proceso, capturando a parte de su población para alimentar la máquina o sometiéndola a un proceso drástico de reducción como el que se predica para el mundo pobre desde los organismos internacionales. Eso es lo que, en realidad, quiere decir “globalización”; ese es el proceso que estamos viviendo desde hace diez, quince años, y eso es lo que hace que el actual fenómeno migratorio sea distinto a cualesquiera otros del pasado. Este proceso es tan intenso, la capacidad de tracción del sistema económico es tan fuerte, que sigue adelante incluso a pesar de los visibles trastornos que ocasiona en el equilibrio social, en la cohesión cultural o en la estructura política de las sociedades de acogida. Y eso, en fin, es lo que significa en el contexto contemporáneo el término “inmigración”.

Desde este punto de vista, ¿cómo pensar que la inmigración es “algo bueno”? La inmigración no es “algo bueno”. Es un fenómeno globalmente negativo. Es negativo para quienes tienen que abandonar forzosamente sus hogares y es negativo para unas sociedades incapaces de acoger a tanta gente en tan poco tiempo. Las consecuencias de esta inmigración no son buenas en el plano social porque someten a las sociedades de acogida a un brusco cambio de clima en su convivencia; ninguna sociedad es indefinidamente elástica. Las consecuencias tampoco son buenas en el plano cultural, porque suscitan un inmediato conflicto entre maneras distintas de ver el mundo sin que sea fácil imponer criterios jerárquicos. De idéntico modo, las consecuencias de este tipo de inmigración no son buenas en el plano político, porque genera un foco de tensión excesivamente propicio para la demagogia (en todas direcciones). Y ni siquiera son buenas en el plano económico: en las sociedades de acogida, porque hace más precario el empleo y estimula la economía sumergida o clandestina; en las sociedades de origen, porque no resuelve sus problemas, sino que los eterniza. La situación ideal sería que nadie tuviera que verse obligado a dejar su tierra y que los flujos humanos pudieran ordenarse conforme a la ley para general beneficio. Pero es obvio que no estamos –ni estaremos- en la situación ideal.

Sólo desde dos puntos de vista puede juzgarse “buena” la inmigración. Una, la perspectiva de quienes, por razones ideológicas, estiman que las identidades históricas europeas deben disolverse en un escenario de mestizaje cosmopolita; es una posición muy extendida en la izquierda. La otra, la de quienes sostienen, por razones económicas, que una entrada masiva de mano de obra barata es vital para el funcionamiento de la economía; es una posición muy extendida en la derecha. Así la derecha capitalista intenta legitimarse con el dogma de la izquierda cosmopolita, y ésta, a su vez, echa combustible (humano) en el mercado. Pero ambas posiciones encierran un error: la disolución de las identidades sociales, nacionales y culturales nunca, en ningún lugar, ha creado “cosmópolis mestizas”, sino que sólo han provocado una exacerbación violenta de las propias identidades. Respecto a la entrada masiva de mano de obra barata, es verdad que inicialmente aumenta la riqueza del tejido productivo, pero inmediatamente se traduce en una exigencia de nuevos servicios sociales que puede llevar al colapso del sistema, como podrá intuir cualquier español que acuda a los servicios públicos. La ganancia en ningún caso compensa las pérdidas.

El discurso oficial sustancia todo el problema en una palabra con aura de fórmula mágica: “integración”. Pero la “integración” no tiene por qué ser un horizonte deseable. De entrada, es un término ambiguo. No es lo mismo una integración orientada al cumplimiento de las leyes, con cesión de derechos sociales y económicos a cambio del ejercicio de un trabajo, que una integración interpretada como absorción de la población alógena, de tal modo que ésta deja de ser lo que es para adquirir una identidad nueva y ficticia. El primer modelo es transitorio, el segundo aspira a ser permanente. Parece que en España aspiramos a la integración permanente. Pero nadie tiene derecho a exigir a un musulmán o a un senegalés que dejen de ser lo que son para convertirse en “españoles” –ni tampoco a exigir a un español que deje de ser lo que tradicionalmente ha sido para adquirir un perfil más “políticamente correcto”. Por otro lado, la experiencia francesa demuestra que, aunque la integración haya funcionado en una primera generación de inmigrantes, la vieja identidad siempre pugna por aflorar en cuanto las cosas se tuercen, y entonces lo hace de manera hostil e histérica, como corresponde a cualquier estado de sumisión.

En estas condiciones, lo más sensato parece pronunciarse por detener la inmigración tal y como hoy la estamos conociendo en España. Ahora bien, eso no puede hacerse ignorando que el problema persiste. No podemos escurrir el bulto. Los europeos tenemos que asumir el fenómeno de la inmigración o, más bien, las causas que lo provocan. Ante todo, debemos reconocer que tenemos un deber –nobleza obliga- para con el mundo pobre. Tenemos ese deber, primero, por una cuestión de justicia: no es justo que nosotros tiremos lo que nos sobra y que ellos no puedan conseguir lo que les falta. Y tenemos ese deber, además, por una cuestión de historia: como viejas potencias coloniales, creadoras de naciones, debemos resolver un problema que no nos es ajeno. Eso implica intensificar y multiplicar los mecanismos de cooperación, pero también apretar el control sobre cómo se administra esa ayuda en los países beneficiarios. El imperativo de globalizar la riqueza no será más que un chiste tétrico si al mismo tiempo no se globaliza la justicia social. Esta última tarea debe ser exigida a los gobiernos de los países de origen; pero si no son capaces de satisfacerla, habrá que imponerles la obligación de hacerlo, como se les ha impuesto la sumisión a las reglas del mercado mundial. Hay quien responde a estos planteamientos diciendo que se trataría de un nuevo colonialismo. Pero no es verdad: el nuevo colonialismo es el de quienes se mantienen en una posición que condena a muerte –económica, social, cultural, también política- a los países pobres en beneficio exclusivo de las sociedades ricas y, de paso, de las oligarquías africanas.

En lo que concierne a la gestión del problema aquí, dentro de nuestras fronteras, ante todo parece urgente sentar una serie de posiciones que nos permitan pensar una situación de hecho; situación que no hemos buscado, pero a la que hay que dar respuesta. Lo importante, a nuestro modo de ver, no es tanto el aspecto económico del problema como el aspecto social o, para ser más precisos, cultural, es decir: qué actitud tomar ante la llegada de una población alógena que es distinta a uno. Hasta el momento, el debate está apuntando a tres vías dispares. Una, la que aspiraría a un efecto de integración subordinada de los inmigrantes: que vengan, pero que deje de ser lo que son y se sometan a nuestras leyes y costumbres. Dos, la que se llama “multiculturalismo”: que cada comunidad se organice según sus propias creencias y costumbres en el marco común del Estado asistencial, manteniendo cada cual su propia identidad incluso a efectos legales. Tres, la que podríamos llamar “mestizaje cosmopolita”: rebajar las señas de identidad de cada cual para que todos puedan integrarse en un mismo molde sin exclusiones. La primera posición es mala para los inmigrantes, porque les obliga a perder su identidad cultural. La segunda es mala para el Estado, porque lo somete a un exceso de heterogeneidad normativa. La tercera es mala para todos, incluida la sociedad de acogida, porque terminaría configurando una sociedad sin otro criterio que el económico.

Estas tres posiciones nacen de un cierto tabú que impide pensar con naturalidad algunos conceptos esenciales, y en especial aquellos que dan cuenta de la identidad colectiva. En efecto, adheridos a la problemática de la inmigración aparecen conceptos que poseen la rara virtud de desplegarse como tabúes, como ajenos a todo cuestionamiento, cuyo mero análisis ya hace sospechoso al que osa penetrar en tales recintos prohibidos: raza, mestizaje, identidad… Sobre estas materias pesa un veto casi religioso. Cualquiera que hable de mantener la propia identidad cultural recibe inmediatamente el estigma de “racista”. ¿Nos permitirán que también aquí desertemos de la procesión?

El tabú de la raza

Pocas palabras como la de “raza” sufren en nuestro tiempo un tabú tan intenso. En muchos aspectos, lo racial designa una realidad maldita, algo de lo que sólo puede hablarse con fines de execración. Se acepta –y se premia- que uno sea antirracista; no se acepta –y con fundadas razones- que nadie pueda ser racista. Ahora bien, en todo esto hay una suerte de contradicción insalvable. Se entiende que el racismo esté proscrito: en la medida en que conduce a fenómenos de exclusión o segregación, el racismo es una causa de conflicto social. Pero el problema es que el discurso contrario, el antirracismo, no se limita a ser hostil al racismo, no se limita a combatir la actitud segregadora, sino que amplía su campo de veto hasta el propio concepto de raza y, aún más, hasta cualquier diferencia sustancial de carácter étnico. Y si uno afirma que las razas no existen, que no tienen valor, ¿acaso no está excluyendo a quien desea mantener su propia identidad? ¿Acaso no hay racismo más patente que el de quien desea suprimir todas las razas, para acabar con cualquier diferencia?

Cuando uno plantea estas objeciones, el discurso oficial se apresura a descalificar al disidente como “racista”. Nótese la pirueta: si uno sostiene que hay diferencias de dignidad entre las razas, y que por tanto hay razas despreciables, entonces es racista; pero si uno sostiene que todas las razas son igualmente dignas, es decir, lo contrario de lo anterior, entonces también es racista. De manera que uno termina siendo racista por el mero hecho de considerar que hay razas. El mecanismo es perfectamente absurdo: recuerda mucho, formalmente, al de esas feministas iracundas que proyectan el epíteto de “machista” sobre cualquiera que defienda la existencia de dos sexos distintos. Ahora bien, nadie discutirá que hay dos sexos distintos: eso es un dato de la realidad. ¿Y qué sentido tiene reprobar moralmente a la realidad? Del mismo modo, también hay grupos humanos distintos; grupos donde el factor raza tiene un peso mayor o menor, pero que, en todo caso, es una realidad de hecho. ¿Cómo puede decirse que defender lo obvio es ser “racista”? Ningún pensamiento sensato puede nacer de la negación o de la condena de lo obvio. Por eso conviene poner las cosas claras.

Las razas existen; son un dato antropológico. Lo que es discutible es su valor científico, su relevancia, según el campo de lo humano que uno contemple. La relevancia del hecho racial, que hoy parece menor desde el punto de vista genético, sigue sometida a discusión desde el punto de vista psicológico y es incuestionable desde el punto de vista morfológico. En los últimos años parece haberse asentado la certidumbre de que las diferencias raciales no traducen una diferencia relevante en el ‘stock’ genético humano. Muchas voces, basándose en esa constatación, privan de cualquier validez científica al término “raza”. Tampoco faltan científicos dispuestos a declarar periódicamente, sobre todo en medios de comunicación de masas, que “las razas no existen”. Estas afirmaciones no dejan de plantear un problema insuperable: si no hay razas, ¿cómo es que hay racismo? Mientras tanto, en el terreno de la psicología, el trabajo experimental sobre las diferencias raciales parece prácticamente proscrito por mor de la political correctness, especialmente en los Estados Unidos, que han sido siempre los pioneros en este tipo de estudios. Los trabajos de Eysenck y Jensen siguen siendo fuente de autoridad (relativa), pero las interpretaciones abusivas de sus resultados los han envuelto en una nube de polémica. Y finalmente, en el aspecto morfológico, esto es, en la descripción externa y orgánica de la anatomía según criterios raciales, las cosas han caminado hacia una creciente complejidad: las diferencias raciales son una obviedad, pero el concepto de “raza”, tal y como se formuló, por ejemplo, a finales del XIX, es bastante poco operativo para definir una realidad muy diversa. En definitiva, el concepto de “raza”, desde un punto de vista científico, puede seguir siendo utilizado a falta de otro mejor, pero está muy lejos de poder inspirar grandes teorías de carácter antropológico. Este es, sumariamente, el ámbito real, objetivo, del término “raza”.

Las razas pueden ser descritas, incluso cuando la descripción no llegue a reflejar la real complejidad del objeto. Cosa distinta es trazar jerarquías absolutas entre las razas así descritas; por ejemplo, sostener que los blancos son globalmente superiores a los negros, o los amarillos superiores a los blancos, por el hecho de pertenecer a ese grupo racial y con independencia de cualesquiera otros factores antropológicos. Pero hay una diferencia esencial entre la descripción y la jerarquización. Conviene subrayarlo, porque en nuestra opinión pública existe un exceso de vigilancia sobre estas cuestiones. Por ejemplo, cualquiera que trate de definir anatómicamente las características de una convencional “raza nórdica”, se verá rápidamente llevado al cadalso por racista. ¿Pero dónde está el delito? Hay una histeria de la “vigilancia social” que no pocas veces se traduce en simple delación y que ha cubierto con un manto de oprobio cualquier perspectiva científica de tipo racial. La mejor prueba de que estamos ante un efecto de histeria colectiva es que el oprobio sólo se aplica en una dirección. Así, por ejemplo, todos nuestros diarios se llenan de admiradas referencias a la superioridad de la raza negra cada vez que comienzan unos Juegos Olímpicos. De poco servirá explicar a los apologistas que la raza negra, propiamente dicha, no existe; tampoco faltará quien considere tal matiz como un acto de racismo. Del mismo modo, la humillación por razón de raza está tolerada cuando el humillado es blanco. Así, la escritora progresista norteamericana Susan Sontag no tuvo empacho en aseverar que “la raza blanca es el cáncer de la historia humana”, frase cuyo absurdo esencial puede medirse fácilmente cambiando el sujeto de la oración por cualquier otro color. Y además porque el concepto de “raza blanca”, así formulado, tiene tan poco valor descriptivo como el concepto de “raza negra”.

Por qué el racismo es un error

El racismo no consiste en declarar que hay razas. El racismo consiste en pretender que unas razas son esencialmente superiores a otras. Es, pues, una posición construida sobre la adscripción de juicios de valor, generalmente subjetivos, a una realidad más o menos objetiva. Como aquí estamos moviéndonos en un ámbito donde es extremadamente fácil caer en enojosos abismos de demagogia, conviene poner las cosas meridianamente claras. El racismo es una ideología basada en una extrapolación abusiva del concepto de raza, desde lo antropológico hacia lo político o lo moral. Ahí, en esa extrapolación, reside el error del racismo. Lo que hace del racismo una ideología equivocada, hasta el grado de la superstición, es el encadenamiento de tres errores consecutivos: equivoca el contenido del concepto “raza”, le atribuye cualidades morales improcedentes y traza jerarquías absolutas entre unas razas y otras. Veamos esos tres errores por separado.

Primero, el racismo atribuye un valor normativo absoluto a la descripción racial: clasifica a los hombres por su raza. Pero esto, como hemos visto, no es correcto. Las razas humanas existen desde el punto de vista anatómico y morfológico. Esas razas no coinciden con el tópico vulgar de los colores –negro, blanco, amarillo, etc.-; las cualidades que sirven de base a las clasificaciones raciales son mucho más complejas e incluyen los hallazgos de disciplinas como la hematología. Incluso así, la clasificación antropológica racial, que posee cierto valor descriptivo, no posee gran valor normativo. Primero, porque ese valor normativo tendría que aplicarse a la comparación de grupos humanos con cierta homogeneidad interior, pero tal cosa sólo raramente existe: no es factible reunir a un grupo de bosquimanos, trazar una serie de características exclusivamente suyas y compararlas después con las características exclusivas de un grupo de japoneses, teniendo la seguridad de que los datos que comparamos son exclusivamente bosquimanos o exclusivamente japoneses. Y además, el valor normativo de la descripción es muy débil porque las cualidades de carácter racial sólo son una parte de las características que definen a los humanos: influirán además el stock genético personal, las condiciones ambientales, etc. De modo que la visión obtenida a través de la perspectiva racial siempre es necesariamente parcial, fragmentaria. No es posible trazar sobre ella jerarquías generales.

Después, el racismo atribuye a las cualidades raciales otras tantas cualidades morales supuestamente universales: así, por ejemplo, el blanco sería más inteligente, el negro sería más fantasioso y el amarillo sería más paciente. Pero estos tópicos, que ni siquiera alcanzan el rango de seudociencia, no superarían el menor examen objetivo. Primero, porque no es posible situar cualidades morales en la morfología anatómica, más allá de ciertas generalidades anímicas (recuérdese la clásica división pícnicos-atléticos-leptomorfos, que es interracial). Y además, porque todas las exploraciones del carácter colectivo naufragan cuando se contrastan con las singularidades de los caracteres individuales y con las diferencias espacio-temporales. Por ejemplo, toda la literatura sobre el carácter arrojado y aventurero de las gentes nórdicas queda en mal lugar cuando uno contempla a los actuales escandinavos. Del mismo modo, el tópico colonial sobre el carácter sumiso o inconsistente del “negro” se desvanece cuando uno piensa en Shaka, el célebre jefe zulú. Las supuestas cualidades morales de los grupos raciales no son universales, luego carecen de valor.

Por último, el racismo, sobre esa base de diferencias raciales-morales, traza una neta diferencia jerárquica. Pero no hay nada que realmente avale tal jerarquía en términos universales. Un buen ejemplo de esa difícil aplicación general de los criterios de raza son los recurrentes estudios sobre el éxito académico en las universidades de los Estados Unidos. Desde hace años, todos los estudios comparados sobre grupos étnicos y éxito académico coinciden en los mismos resultados: los estudiantes más aventajados son los asiáticos; después vienen los blancos de origen anglosajón o europeo; tras ellos, los hispanos y, finalmente, los afroamericanos. Si procediéramos según el método de la generalización directa, tendríamos que concluir que los orientales son intelectualmente superiores a los blancos y se hallan preparados para triunfar en la sociedad moderna con mejor rendimiento que los demás grupos humanos. Pero, en ese caso, las sociedades asiáticas tendrían que destacar por su portentoso desarrollo civilizatorio, que debería ser superior al europeo o al norteamericano, y también al de las naciones iberoamericanas, y es obvio que esto no es así. Entonces, ¿qué nos están diciendo esos estudios? Sencillamente, que los estudiantes asiáticos obtienen mejores rendimientos que los demás en el sistema universitario americano: un sistema, por cierto, que no inventaron los asiáticos, sino los americanos. En definitiva, toda generalización de los resultados obtenidos en la comparación de las razas humanas tiende a pecar de abusiva.

El racismo como superstición moderna

El racismo es una ideología elemental, con algo de infantil, construida sobre presupuestos muy rudimentarios y con escaso o nulo valor de verdad. Sin embargo, llama la atención que haya sido, históricamente, una ideología propia de la modernidad y aupada sobre un patrón supuestamente científico. Hannah Arendt, en sus reflexiones sobre el totalitarismo, proporcionó un interesante enfoque sobre las ideologías racistas. Para la gran pensadora judía y alemana, la ideología racista es un fenómeno típicamente moderno: dado que las sociedades modernas disuelven los lazos sociales tradicionales y crean un tipo de sociedad fragmentada, el racismo –como, por otra parte, el nacionalismo- es un intento de hallar un factor de unión sobre bases supuestamente sólidas. La ciencia de mediados del siglo XIX, y de las décadas posteriores, proporcionó esa base, pero siempre con el sesgo de unas afirmaciones provisionales sobre un objeto nunca bien definido. El racismo es, en fin, un error. Un error típicamente moderno.

Hasta el siglo XVIII no es posible hablar con propiedad de racismo o antirracismo. Por ejemplo, se ha hablado mucho del racismo embrionario de Platón, pero es un argumento flojo: la distinción platónica de categorías humanas al modo de metales (oro, plata, cobre o hierro) más parece una interpretación física del clásico modelo trifuncional indoeuropeo. Y si en la antigüedad no hay, filosóficamente hablando, racismo digno de ese nombre, tampoco hay antirracismo. Es verdad que la desvalorización del hecho racial puede rastrearse muy lejos, desde aquel párrafo de San Pablo según el cual ya no hay judíos ni gentiles, sino que todos somos uno en Cristo. Pero conviene subrayar que aquí no se trata de “raza” en el sentido moderno del término, sino de pertenencia a un grupo étnico definido ante todo por una religión; la igualdad que se predica, por otra parte, se mantiene en el plano espiritual. También, como es sabido, hallaremos en la historia innumerables ejemplos de exclusión de grupos sociales por su pertenencia a un grupo étnico determinado, especialmente en los procesos de formación de las naciones modernas; en España, por ejemplo, las expulsiones de judíos y moriscos o, en otro aspecto, la segregación de los agotes. Pero esto, en rigor, no es racismo, porque el motivo de la exclusión no es la raza, es decir, un determinado número de características físicas, sino la religión, y singularmente el hecho de que esa religión se vincule a un grupo social homogéneo y distinto del grupo dominante. Y al contrario, desde el Renacimiento hasta el Barroco encontramos importantes reflexiones acerca de la naturaleza del otro, del que es distinto a uno, como acredita la célebre Controversia de Valladolid. Obligados a pensar la diferencia humana, los hombres del Renacimiento y del Barroco, como los de la antigüedad, intentan encontrar categorías intelectuales que den cuenta de la identidad y la alteridad; no las encuentran en conceptos como “raza”, de naturaleza biológica, sino que buscan conceptos de orden espiritual, como “alma”.

Para que el concepto de “raza” adquiera valor de circulación será preciso que el mundo cambie de naturaleza, que la referencia religiosa sea sustituida por la referencia científica, y eso ocurre con el advenimiento de la Ilustración. Es el hombre ilustrado el que, buscando aplicar a toda la realidad conocida criterios objetivos y científicos, empieza a clasificar a los hombres con categorías fisiológicas que incorporan cualidades morales y que se subordinan al hecho racial. De manera que la modernidad, que despliega un discurso general de carácter universalista y cosmopolita, y que hablará de igualdad y fraternidad, contiene también una neta vertiente racista. Hay un cierto equívoco en la idea de que la Ilustración abanderó el sueño cosmopolita de una humanidad fraterna. Voltaire era virulentamente antisemita. Hegel prestó gran atención a la clasificación racial del género humano. Marx, como es sabido, combinaba su internacionalismo proletario con un profundo racismo –bien lo sufrió su yerno, el cubano Lafargue, desdeñado por su suegro como “negroide”. De modo que hoy puede parecernos que las ideologías modernas son incompatibles con el racismo, pero a sus creadores no se lo pareció. Los citados son sólo tres ejemplos entre otros muchos. Después, las interpretaciones antropológicas y sociológicas del darwinismo conducirán a planteamientos donde el mayor o menor grado de desarrollo (técnico) se pondrá en relación con la definición racial. Son los años del imperialismo, de la gran expansión colonial europea por todo el mundo. El resto del camino es bien conocido.

El antirracismo, hermano gemelo del racismo

El pensamiento racista, como el antirracista, no depende de los sentimientos que uno experimente ante el hecho racial, sino del simple hecho de que el concepto de “raza” entre a formar parte de la reflexión. Y así como la ideología racista es hija del positivismo de la modernidad, de su cientificismo, del mismo modo la ideología antirracista es hija del universalismo de la modernidad, de su cosmopolitismo.

Las ideologías modernas, en efecto, predican que todos los hombres son, por su razón, esencialmente iguales en cualquier parte. En consecuencia, es lógico aceptar que las diferencias raciales no pueden ser obstáculo para alcanzar esa igualdad esencial. A partir de ahí, caben dos opciones: una, considerar que todas las razas tienen el mismo valor; otra, considerar que el hecho racial no es un valor positivo, sino un contravalor, y que por tanto debe ser destruido, pues se opone a la igualdad esencial de todos los hombres. Las ideologías antirracistas son una corriente reactiva contra las doctrinas racistas, pero unas y otras nacen del mismo ámbito de pensamiento: la modernidad.

La historia del antirracismo como cuerpo teórico es mucho menos visible que la del racismo. En sus orígenes aparecen siempre movimientos de inspiración religiosa que aspiran a traducir en hechos políticos o sociales la igualdad de las almas en el Paraíso. Este tipo de ideas circulará con fuerza, por ejemplo, en la retórica antiesclavista de la Guerra de Secesión americana, lo cual no impedirá que, acabada la guerra, la población negra siga segregada. En naciones que comienzan a formarse en el XIX sobre la base de sociedades pluriétnicas, como ocurre en la América hispana, surge ocasionalmente un discurso antirracista que tiene por objeto aglutinar a los diversos grupos bajo la autoridad nacional-estatal, pero ese discurso no se traducirá en una realidad social igualitaria. Inversamente, aparecen fenómenos de carácter marcadamente racial como las rebeliones de esclavos negros en las Antillas. En las colonias europeas, el discurso igualitario de las metrópolis es antirracista sólo en apariencia. Por ejemplo, cuando las políticas de educación europeas se extiendan a las colonias, el objetivo de “igualar” a los súbditos coloniales llevará implícita la aniquilación de las culturas vernáculas. Es el conocido cuadro de los niños senegaleses recitando “Nuestros antepasados, los galos” en las escuelas de Dakkar. Ese tipo de política paternalista será idéntica a la aplicada por el fascismo italiano en Etiopía. En la Rusia soviética, el antirracismo oficial del régimen significará, de hecho, el sometimiento de todos los pueblos –desde los bálticos hasta los buriatos siberianos- al patrón político y cultural comunista, sometimiento acompañado de deportaciones masivas y exterminios como los sufridos por los cosacos, los alemanes del Volga o los ucranianos.

Tras la segunda guerra mundial, el antirracismo se convierte en bandera del orden nuevo por oposición expresa al racismo del enemigo vencido. El aliento cosmopolita del pensamiento moderno triunfa por doquier. Las políticas de descolonización, ejecutadas con deliberada ignorancia de criterios elementales de identidad étnica, terminan creando Estados artificiales que, por otro lado, no tardarán en estallar en forma de pertinaces guerras civiles. En las naciones modernas con situaciones de segregación racial, como los Estados Unidos, aparecen movimientos vindicativos que, por un lado, conjugan el antirracismo con la igualdad de derechos sociales, pero, por otro, lo alían con la propia afirmación racial, como en el caso del “Black Power”. La línea predominante, en todo caso, es la de un pensamiento cosmopolita que aspira expresamente a constituir una única unidad de civilización en la que las diferencias identitarias hayan desaparecido. Esta tendencia encuentra un poderoso apoyo en el proceso de globalización que se dispara después del hundimiento soviético en 1989: la globalización se despliega como Cosmópolis, como aquel One World que soñaba Roosevelt, un único mundo con un único sistema para una única humanidad indiferenciada. En buena medida, ese es el proyecto al que los grandes poderes transnacionales nos están conduciendo. El antirracismo no es ya un discurso de reivindicación, de crítica, de oposición, sino al contrario, un discurso de poder, integrado por el nuevo orden del mundo.

Sobre este desarrollo, en el último medio siglo ha venido intensificándose una veta del antirracismo que no se limita a predicar la igualdad de las razas, sino que, en un paso más allá, aspira a que las diferencias raciales desaparezcan físicamente. Es la ideología del mestizaje. Ideología que en realidad no hace sino apurar, llevándolo al extremo, el argumento de la igualdad esencial de los hombres, pero poniéndolo en una perspectiva de aniquilación: dado que las razas no tienen valor, pero han sido y siguen siendo un obstáculo para la fraternidad universal de los hombres, deshagamos la diferencia racial, mezclemos a todo el mundo, porque el intercambio físico será la mejor expresión material de la deseada igualdad. Esto es la ideología del mestizaje.

Desconstrucción del mestizaje

La idea del mestizaje ha pasado a convertirse en un tópico con un campo semántico inequívocamente bueno, como una de esas fórmulas mágicas que en sí mismas procuran luz a la tiniebla y remedio a todos los males. Se habla de mestizaje en las artes, en la música, en la ropa y, por supuesto, entre las gentes. Mario Vargas Llosa declaraba a ABC: “Cuanto más se incremente el mestizaje, mejor irán las cosas para la sociedad”. Pregunta inevitable: ¿Por qué? ¿Qué tiene el mestizaje que hace “mejor” a las sociedades? ¿Y qué es “mestizaje”? El racismo fue la superstición de finales del XIX y principios del XX, el discurso del mestizaje es la superstición de finales del XX y principios del XXI. Es un discurso incoherente, meramente retórico e intelectualmente inane.

De entrada, el discurso del mestizaje se presenta como una denigración radical del discurso de la raza: lo bueno no sería la pureza, sino la mezcla racial. Ahora bien, eso implica aceptar de antemano varias cosas. Primero, que las razas existen como factor de definición social y cultural. ¿O es que puede hablarse de mezcla si no hay cosas que mezclar? De manera que el “mesticismo” no es un antirracismo, sino un racismo al revés. No es un discurso válido para combatir el racismo, porque nace de su mismo punto de partida.

Además, la apología del mestizaje implica una segunda convicción: que la mezcla debe circular en todos los sentidos. Porque no tendría sentido defender el mestizaje en el exclusivo caso, por ejemplo, de que el sujeto agente sea africano y el sujeto paciente sea europeo; para poder ser elevado a categoría, el mestizaje debe ser igualmente ensalzado cuando el sujeto agente es blanco y el sujeto paciente es africano o americano. Ahora bien, entonces carece de sentido emplear la retórica del mestizaje como parte de un discurso de defensa de las viejas colonias, de los pueblos del tercer mundo o de los “damnés de la terre”. ¿O acaso el colonialismo no ha generado fenómenos de mestizaje? Por consiguiente, el discurso del mestizaje perfectamente puede emplearse para legitimar el colonialismo –en la América hispana lo saben bien.

Por último, el discurso del mestizaje implica una atribución de valor, un juicio de calidad: sostiene que el resultado de la mezcla es cualitativamente superior al resultado de la no mezcla; una sociedad producto de mestizajes sucesivos será superior a una sociedad sin mezcla alguna. Bien: superior, ¿en qué? ¿En progreso espiritual, en desarrollo tecnológico, en poder material, en calidad de vida? Pero hay sociedades mestizas que han escalado altas cumbres de civilización, como la Grecia helenística, y otras condenadas al perpetuo conflicto, como Perú o Bolivia. Inversamente, en los pocos ejemplos de sociedades étnicamente uniformes que hoy quedan, las hay prósperas y las hay míseras, las hay dulces y las hay amargas. En la calificación objetiva del nivel de una sociedad, el grado de mestizaje es un factor irrelevante, superfluo, inválido para el análisis.

Por eso el discurso del mestizaje es una superstición (“creencia contraria a la razón”). Primero, porque se mantiene –aun à rebours- en el viejo patrón antropológico del XIX, que otorgaba a la raza biológica un papel fundamental. Además, porque la alabanza de la mezcla sirve para justificar cualquier colonialismo, incluido el neo-colonialismo económico y cultural que hoy se despliega como “globalización”. Y por último, porque es inútil para evaluar el grado de bondad, belleza y justicia que una sociedad pueda alcanzar.

Naturalmente, no faltará quien juzgue la debelación del mestizaje como simple racismo. Cada época tiene el delirio que se merece.

Cuestión de identidad

Oponerse al mestizaje no es ser racista. No es una actitud racista si no media una desvalorización del otro. La oposición al mestizaje puede perfectamente fundarse no en una desvalorización del otro, sino en un aprecio de sí, de uno mismo, de lo que uno es. El deseo de ver reflejados los propios rasgos en las generaciones subsiguientes es algo completamente humano. Basta pensar en la alegría del padre que constata cómo sus hijos se le parecen. Podemos entender este mecanismo psicológico, completamente automático, desde un punto de vista “existencialista”: hemos nacido para morir, nuestro paso por la vida material es efímero, apenas nada quedará de nosotros cuando hayamos muerto –quizás un recuerdo, algún tiempo-, pero el linaje, la descendencia, nos hace sobrevivir, nos permite proyectarnos más allá de la muerte. Este sentimiento puede predicarse igualmente así en lo individual como en lo colectivo: saber que tras nuestra muerte quedará gente que hable como nosotros, que sienta como nosotros, que adore a nuestros mismos dioses y viva la vida según nosotros la hemos vivido, es también una forma de superar el trance obligado de la muerte. Así lo que el hombre ha construido en la tierra no se lo llevará el viento, sino que permanecerá vivo. En ese sentido es particularmente admirable el pueblo judío, que ha sabido sobrevivirse durante cientos de generaciones prolongando una misma identidad. ¿Es racista esa preocupación judía por mantener el propio linaje? No, en la medida en que no nace necesariamente de un desprecio del prójimo, sino que más bien procede de la convicción de que uno es algo singular y de que es bueno seguir siéndolo.

Según el mismo patrón de pensamiento, el hombre que hoy se opone al mestizaje –por ejemplo, el europeo que recusa el matrimonio mixto- no está haciendo sino manifestar su convicción de que es bueno que su propia identidad sobreviva. El mero hecho de que esto se haya convertido en algo escandaloso ya debería hacernos sospechar.

Este es, en conclusión, el paisaje general sobre el que podríamos ir pensando la situación de nuestra sociedad, de nuestra cultura, ante el fenómeno de la inmigración masiva. Preocuparse por la propia identidad no es algo nocivo. Cada identidad cultural es una forma humana, decantada por la Historia, de estar en el mundo. En ese sentido, no es un baldón para la convivencia, ni un obstáculo para la paz, sino una riqueza. Oponerse al “discurso del mestizaje” es defender el derecho a la propia identidad. No es un gesto de racismo. El racismo es una doctrina arrumbada por el paso del tiempo y que, por otro lado, ni siquiera encaja con el verdadero sentido del término “raza”. Término, a su vez, que tiene su valor, pero sólo en su justo lugar, que no es el de las jerarquías morales. Y si plantear todas estas cosas es hacerse acreedor a la iracunda excomunión del desorden establecido, entonces más vale marchar al bosque, con los réprobos.

Publicado originalmente en El Manifiesto por José Javier Esparza.

Leer más: http://www.josejavieresparza.es/news/inmigracion-racismo-mestizaje-identidad-guia-para-perplejos/

domingo, 29 de enero de 2017

Sé radical - Julius Evola

"Sé radical, ten principios, sé absoluto, sé lo que los burgueses llaman extremista, entrégate sin contar ni calcular, no aceptes lo que ellos llaman 'la realidad de la vida' y actúa de tal forma que no seas aceptado en esa 'vida', nunca abandones el principio de lucha."




Julius Evola de su libro "Revuelta contra el Mundo Moderno".

sábado, 28 de enero de 2017

Burzum - Lost Wisdom



While we may believe
our world - our reality
to be that is - is but one
manifestation of the essence
Other planes lie beyond the reach
of normal sense and common roads
But they are no less real
than what we see or touch or feel
Denied by the blind church
'cause these are not the words of God
- the same God that burnt the
knowing

viernes, 27 de enero de 2017

Acción Castellón, juventud patriota


"Apostamos por la unidad de la juventud patriota de la provincia de Castellón", con esta declaración se presentan Acción Castellón. Puedes seguirlos en:
https://twitter.com/accioncastellon

jueves, 26 de enero de 2017

PNR: Esperança para Portugal.


Somos europeus e partilhamos com os demais povos da Europa os mesmos laços de sangue, de cultura, de civilização e a mesma matriz.
http://www.pnr.pt/

lunes, 23 de enero de 2017

Rechazo razonado a la caza y la tauromaquia

Sí, la caza y la tauromaquia han sido vistas durante mucho tiempo como una seña de identidad. La primera sobre todo visitada por el señoritingo "facha" y que escondida tras la novedosa "actividad cinegética" ha buscado excusas para seguir matando a los desdichados animales que se han cruzado en su camino. La segunda, la tauromaquia, otro vestigio de crueldad que se ha querido vestir de seña de identidad, un espectáculo de odio hacia la naturaleza, al igual que la caza, que lo aleja de todo lo supremo, lo sagrado, lo digno de ser defendido... y por supuesto, no tiene NADA, de nada, de nada, de identitario ni patriota y que sólo merece un adjetivo: COBARDE (o quizás algunos más por el estilo).

¿Os imagináis a todos esos cazadores de seres indefensos o a esos taurinos (toreros y seguidores) en un combate real donde sí se demuestra la valentía, donde sí sabes que te enfrentas a un igual que también a elegido estar allí? Pues ponlos en la de combate de MMA o en un ring durante unos rounds de Muay Thai. Eso es valentía, ambos contendientes eligen subir, pelear, pero perseguir a un animal y darle muerte con armas... es DESHONROSO y no tiene nada de honor.

Quizás este discurso pueda chocar a más de una persona pero este blog no es el primer disidente de esas ideas mecidas por el "patrioterismo y facherío" de gomina, hipocresía y banderita, y que cualquier patriota formado, NS, o NR ha superado. Podríamos decir que ese es justamente el hombre a superar, con todas sus bajezas, que decía Nietzsche, y que justamente el "Übermensch" ha superado y desprecia tal vileza y falta de respeto hacia la naturaleza que inunda toda existencia. No estamos hablando de la caza de subsistencia, no estamos hablando de una cuestión de alimentación (aunque hoy en día la producción intensiva también ha acabado con todo bienestar animal). Organizaciones como P.E.C.T.A., Hispania Verde, Pirineos Wildernes,... han roto necesariamente con la idea de que la defensa contra el maltrato animal o el conservacionismo es patrimonio de la izquierda. Y, de hecho, es bien conocida que la primera vez que se abordó de forma directa una ley sobre derechos animales fue a través desde el nacionalsocialismo del III Reich. Desgraciadamente, es demasiado común que todas las opciones que defienden la idea de España, defienden a su vez estas manifestaciones de crueldad animal como algo positivo, algo en lo que este blog siempre disentirá.

Para terminar con esta reflexión, desde Ideas de Fuerza tomamos las palabras que sobre la "Naturaleza" escribió Pedro Varela en su libro "Ética Revolucionaria", a la vez que se pide una reflexión para abandonar esos lastres ideológicos enmascarados que nada tienen de patriotismo ni de identitario.




Naturaleza (Ética Revolucionaria de Pedro Varela)

- Ama la Naturaleza. No veas en ella tan sólo una fuente de recursos o un instrumento para distraer tu ocio. Recuerda que todas las criaturas son obra del Creador y tú eres una de ellas.

- Que no sea tan sólo la compasión la que te lleva a tratar bien a los animales. Por su condición, es tu obligación darles amor y respeto.

- Aprende a apreciar lo bello. La contemplación de la Naturaleza te ayudará a ello. Sólo cuando en los más insignificantes detalles de la Naturaleza encuentres belleza, sólo cuando comprendas la infinita perfección del más pequeño insecto, podrás ser capaz de guiar tus gustos por ti mismo.

- Fórmate en lo natural. Sigue las enseñanzas que la Naturaleza dicta y aplícalas a tu condición de Hombre.

- No te dejes influir por las corrientes que se opongan a esas ideas, por fuertes que esas corrientes sean. La Naturaleza siempre tiene razón, pues sigue inexorable los designios del Creador.

- Lleva una vida sana. Estate siempre en contacto con la Naturaleza. Sal a la montaña, a la mar, pasea por el bosque y disfruta del arroyo de agua cristalina y del aire fresco. Aprovecha los beneficios que te brinda la Naturaleza.

- La caza, la pesca o cualquier otra actividad análoga son un absurdo cuando no están justificadas por la propia subsistencia, un indigno atentado contra la perfección de la vida.




- Ideas de Fuerza -

sábado, 21 de enero de 2017

Patriotas Zamora, colectivo identitario


"Por nuestra cultura nuestra tierra y nuestras tradiciones 100 %Patriotas, 100% Inconformistas" bajo este lema se presenta el colectivo Patriotas Zamora. Puedes seguirlos en:

https://twitter.com/patriotaszamora

jueves, 19 de enero de 2017

Españoles en Acción ONG patriota

Españoles en Acción es una ONG española de carácter patriota, que ayuda a familias españolas, y que merece la pena colaborar con ella. Puedes saber más sobre ella en su Facebook:

https://www.facebook.com/Espa%C3%B1oles-En-Acci%C3%B3n-240810182784698/?ref=py_c


miércoles, 18 de enero de 2017

Rafael Ripoll, un político decente y patriota

En la cada día más envenenada España, donde la corrupción y la estupidez campan sin límites en la clase política, la figura de algunas personas como Rafael Ripoll, inquebrantable y que mantiene bien altos los verdaderos valores, es un soplo de esperanza.

Puedes seguir, además de colaborar junto con su propuesta política Respeto, en su Twitter:
https://twitter.com/RipollRafa


lunes, 16 de enero de 2017

Libre el musulmán "desequilibrado" que arrolló a la Guardia Civil

Como no podía ser de otra manera en una España presa del buenismo, la corrección política y que promueve un auto odio suicida, endofobia... el musulmán "desequilibrado" que arrolló a la Guardia Civil quedó libre y moviéndose tranquilamente por todo el mundo. De poco sirvió que se pusiera a rezar a Alá tras embestir contra los agentes, o incluso si hubiera matado a algunos de ellos, porque en Europa se ha puesto de moda llamar "desequilibrados" a esta creciente y reincidente "casualidad".












http://www.elmundo.es/cronica/2017/01/15/587a0d59e5fdea496b8b4653.html

sábado, 14 de enero de 2017

Los sucesos de la Nochevieja europea que la prensa no ha contado

Los sucesos de la Nochevieja europea que la prensa no ha contado... protagonizados por inmigrantes


Gritos de 'Alá es grande' en las inmediaciones de la iglesia más antigua de Dortmund, incidentes y presencia policial... La gran noticia es que no haya sido noticia: eso dice más del estado de Europa que cien portadas en los periódicos más prestigiosos del continente.
La primera vez, el año pasado, Gobierno, policía y grandes medios se conjuraron en Alemania en un intento de ocultar que, durante las celebraciones callejeras de Nochevieja en varias grandes ciudades del país, se habían cometido cientos de delitos sexuales protagonizados por los recién llegados -los supuestos 'refugiados' procedentes de Oriente Medio y Alemania que tan amablemente había invitado Angela Merkel a instalarse en Alemania- y sufridos por mujeres nativas. Solo la insistencia de innumerables testigos en redes sociales obligó a prensa y policía, días después, a reconocer el desliz y pedir perdón.

Este año no ha hecho falta censura o complot algunos: se ha informado, el medio que lo ha hecho, como de pasada y con cierta indiferencia, sin sembrar la universal indignación del año pasado. Como quería el primer ministro francés, Manuel Valls, con el terrorismo, Europa parece haberse hecho a la idea de que esta explosión de los asaltos sexuales por parte de los inmigrantes recientes es 'la nueva normalidad', una tradición más de estas entrañables fiestas.
Hablando de Francia, el parte oficial sobre la noche fue que "transcurrió sin incidentes dignos de mención" (Ministerio del Interior: "La nuit de la Saint-Sylvestre s’est déroulée sans incident majeur"), una forma que hasta hace muy poco sonaría irónica para describir una velada en la que se habían quemado más de mil coches y se habían detenido a 454 personas, a pesar de una presencia militar -100.000 soldados en las calles- propia de un país ocupado.

Pero el plato fuerte de la noche se sirvió en Alemania y en su vecina Austria, pese a los precedentes y al estado de alerta de las autoridades.  En Viena, la ciudad que se decantó por el proinmigracionista Alexander van Bellen en la reciente repetición de las elecciones presidenciales, los servicios de emergencia se vieron colapsados por llamadas de todo el país informando de numerosos asaltos sexuales cometidos, en repetida descripción, por varones de tez oscura y frecuentemente barbados.
La celebración más animada se dio en la ciudad alemana de Dortmund, donde, relata Breitbart una muchedumbre de más de un centenar de varones, al repetido grito de "¡Alahu Akbar!", lanzaron cohetes de pirotecnia a la policía y quemaron el techo de la iglesia más antigua de Alemania, San Reinoldo. Una vez más, la noche fue descrita como "tranquila" en el informe policial y como "normal" por un portavoz del Ayuntamiento. Y eso resulta más alarmante que si hubieran exagerado la gravedad.

El diario local Ruhr Nachrichten informó de que un grupo de "al menos cien jóvenes varones" empezaron a lanzar cohetes contra una multitud de visitantes entre las que se hallaban familias con niños. Cuando la policía les advirtió de que dejaran de hacerlo, los alegres celebrantes dirigieron sus proyectíles contra las propias fuerzas del orden. Pero la corrección política quedaba a salvo. La citada cabecera hablaba, así mismo, colgaba en la red social Twitter un vídeo con el pie "Sirios celebran la tregua en su país", aunque cualquiera que lo vea puede comprobar que se trata de un grupo que porta banderas de Al Qaeda y de guerrillas aliadas al ISIS en la zona al repetido grito de "¡Alahu Akbar!".
No deja de ser curioso que la iglesia atacada y parcialmente incendiada por el grupo de inmigrantes citados, San Reinoldo, fue protagonista de una reciente noticia que, esta sí, suscitó la indignación de la opinión publicada al ser ocupada por un grupo identitario en protesta contra la islamización del país el mes pasado. Su pastor, Friedrich Stiller, denunció el acto como "una clara provocación de los neonazis", lo que ocasionó que los responsables del programa de 'desradicalización' de la ciudad, con un presupuesto de 50.000 euros anuales, exigiera más fondos.

En Colonia, protagonista del grueso de los ataques el año pasado, esta Nochevieja se consiguió reducir significativamente el número de asaltos gracias a una enorme presencia policial, que realizó numerosas detenciones, solo para ser atacados en la prensa por representantes políticos por "discriminación".

Artículo de Carlos Esteban, extraído del periódico La Gaceta:
http://gaceta.es/noticias/prensa-europea-ignora-los-incidentes-protagonizados-inmigrantes-noche-vieja-04012017-2135

viernes, 13 de enero de 2017

VOX sobre la imposición de refugiados para el 2017

"Si cada vez que estos demagogos populistas vienen con estas exigencias suicidas se les obligase a acogerlos en sus casas, la broma se acababa. Lo primero es atender a los nacionales (millones de parados) y garantizar nuestra seguridad y libertades. NO DEBEMOS COMETER EL MISMO ERROR QUE HAN COMETIDO OTROS PAÍSES EUROPEOS."
http://www.elespanol.com/espana/politica/20170112/185481872_0.html



Santiago Abascal, dirigente de VOX, desde su canal de Facebook, ante la exigencia de PSOE, Podemos y C's al Gobierno para que España acoja a 15.200 refugiados antes de septiembre: 
https://www.facebook.com/santiago.abascal.5/?ref=py_c



¿Qué Es el Marxismo Cultural?


El Marxismo Cultural es el conductor ideológico que está detrás de la llamada "Corrección Política". Es la crítica destructiva y el debilitamiento de todas las instituciones de la civilización occidental y de los valores tradicionales que la sostienen.

     Poco después de la Revolución rusa, en 1919 los bolcheviques fundaron la Comintern (la Internacional Comunista) para "luchar con todos los medios disponibles... para el derrocamiento de la burguesía internacional, para la creación de una república soviética internacional".

Dos teóricos marxistas, Antonio Gramsci de Italia y Georg Lukacs de Hungría, concluyeron que el Occidente cristianizado era el obstáculo que se interponía en el camino de un nuevo orden mundial comunista. Gramsci dijo que el cristianismo había corrompido a la clase obrera y que Occidente tendría que ser des-cristianizado mediante una "larga marcha a través de la cultura", comenzando con la familia tradicional y engullendo completamente las Iglesias, las escuelas, los medios de comunicación y de entretenimiento, las organizaciones cívicas, la literatura, la ciencia, y la presentación (y revisión) de la Historia.

En 1919 Georg Lukacs se convirtió en el vice-Comisario de Cultura en el efímero régimen bolchevique de Bela Kun en Hungría. Él inmediatamente echó a andar planes para des-cristianizar Hungría, en primer lugar socavando la ética sexual cristiana entre los niños, y luego la odiada familia patriarcal y la Iglesia. Él dio conferencias sexuales en las escuelas, e instruyó gráficamente a la juventud en el amor libre (promiscuidad) y las relaciones sexuales, simultáneamente animándolos a mofarse y a rechazar la ética moral cristiana, la monogamia y la autoridad paterna y de la Iglesia.

En 1923 Lukacs estableció la Institución para el Marxismo en Frankfurt, más tarde conocida como la Escuela de Frankfurt. Lukacs dijo: "Vi la destrucción revolucionaria de la sociedad como la única solución posible. Un derrocamiento mundial de los valores no puede ocurrir sin la aniquilación de los viejos valores y la creación de unos nuevos por los revolucionarios".

La Escuela de Frankfurt engendró la Teoría Crítica, la CRÍTICA DESTRUCTIVA DE LA CULTURA OCCIDENTAL, que incluye al cristianismo, el capitalismo, las autoridades, la familia, el patriarcado, la moralidad, la tradición, la moderación sexual, la lealtad, el patriotismo, el nacionalismo, la herencia, el etnocentrismo y el conservadurismo.

La Teoría Crítica repite una y otra vez este mantra de los presuntos males occidentales: Racismo, sexismo, colonialismo, nacionalismo, homosexofobia, fascismo, jenofobia, imperialismo y por supuesto intolerancia religiosa (aplicada sólo al cristianismo).

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la Escuela de Frankfurt fue relocalizada en varios campus universitarios en Estados Unidos. En 1950, Theodor Adorno de la Escuela de Frankfurt propuso la idea de la "Personalidad Autoritaria", afirmando que el cristianismo, el capitalismo y la familia tradicional crean un carácter propenso al racismo y el "fascismo". Así, cualquiera que respalde los valores morales tradicionales y las instituciones es tanto racista como "fascista", y todo el que haya sido criado en las tradiciones de Dios, familia, patriotismo o el libre mercado, necesita ayuda psicológica.

La Escuela de Frankfurt se vio frustrada por la peristente indiferencia de la clase obrera occidental hacia la rebelión. Herbert Marcuse hizo la pregunta: ¿Quién podría substituír a la clase obrera como el agente de la revolución?.

Su respuesta fue: los grupos marginados, incluyendo a los militantes negros, las feministas, los militantes homosexuales, los antisociales, los alienados y los revolucionarios del Tercer Mundo, representados por el asesino de masas "Che" Guevara.

 El terrorismo cultural, ahora llamado CORRECCIÓN POLÍTICA, debía ser emprendido contra los varones Blancos, cristianos, capitalistas y heterosexuales.

Entonces los GRUPOS VÍCTIMAS debían ser defendidos: negros, mujeres, y también ahora los musulmanes, como supuestas víctimas de "racismo" y "genocidio", y también, más recientemente, el medioambiente (saqueado por capitalistas Blancos). Juntos, éstos constituyen LA COALICIÓN POLÍTICAMENTE CORRECTA.

El libro de Marcuse "Eros y Civilización" (1955) promovía el Amor Libre y el Principio del Placer, dando ocasión al mantra de finales de los años '60 en adelante de "Haz el amor, no la guerra" y "Si se siente bien, hazlo". Esto por su parte condujo a la contra-cultura de las drogas de los años '70, al "turn on, tune in, drop out" [enciéndete, sintoniza, abandona] de Timothy Leary. Esto es muy subversivo de los valores tradicionales, como la ética del trabajo y la búsqueda de la excelencia. Estos Grupos Víctimas son la base de los estudios de los Gays, los estudios de los Negros, los estudios de la Mujer, los estudios de Paz y Conflicto, etc., departamentos que ahora infestan las universidades, junto con la "Izquierda Verde". Ninguno de estos departamentos estimula el pensamiento crítico genuino: ellos venden sólo una agenda unilateral de pesimismo destructivo sobre la cultura occidental.

El Marxismo Cultural ahora acribilla las instituciones de la sociedad occidental, las universidades, y sobre todo los medios públicos. Su táctica de la Corrección Política —el matonaje lingüístico— ahora intimida y asfixia a gran parte del discurso público. Esto aflige a ambos partidos principales, no sólo a la Izquierda.

El avance del Marxismo Cultural ha sido ayudado enormemente por la difusión de ideas nihilistas post-modernistas, incluyendo la negación de la verdad absoluta, la negación de los estándares absolutos, el relativismo cultural, religioso y moral, la aseveración de que la vida carece de sentido, un "tolerante" rechazo a juzgar (lo que significa el rechazo a defender cualquier estándar), y una visión determinista de la vida.

Los marxistas culturales enseñan que la verdad y la moralidad son relativas, que el fin justifica los medios, que las instituciones de base de la sociedad son simplemente "relaciones de poder", y que el estatus de las personas y la fortuna en la vida están determinados por la clase, el género, etc., y que ellas no tienen ningún libre albedrío o capacidad para asumir una responsabilidad moral por sus propias decisiones de vida. Esto promueve una mentalidad de victimización y fomenta la dependencia parasitaria.

La agenda de la "justicia social", comprada por tantas personas a los marxistas culturales, es una cortina de humo. Cuando los de línea dura y sus "tontos útiles" hablan en las escuelas y en otras partes sobre la justicia social, ellos no están enseñando acerca de la libre empresa y el capitalismo y la responsabilidad individual y todas las cosas que hicieron grandes a EE.UU., Gran Bretaña y Australia. Ellos promueven todas las cosas que hicieron tan mal a la Unión Soviética, la Europa izquierdista (p. ej., Francia) y China.–

Por David Truman. Extraído de:
http://editorial-streicher.blogspot.com.es/2014/12/sobre-marxismo-cultural-y-progresismo.html#more

jueves, 12 de enero de 2017

Why Ôðalism? by Varg Vikernes

Ôðalism is in the strictest sense an ideology based on blood (of the native population) and soil (the homeland of the native population); protecting, promoting and if necessary reviving the customs, traditions, world view, values and religion that naturally came from each particular population in their homeland. It can be applied to each and every people on this planet, and will also be different to each and every people on this planet, because they are in essence different from each other. Ôðalism promotes true diversity; respect for every people’s right to have their own unique culture in their own native homelands. Africa for Native Africans. America for Native Americans. Asia for Native Asians. Australia for Native Australians. Europe for Native Europeans. The human population of this planet will be rich only if we keep the diversity, and make sure that no human races are lost, either through interbreeding with other more numerous or dominant races or through other genocidal politics, such as feminism and colonisation.

Ôðalism is opposed to all forms of internationalism, be it universal faiths such as the Judeo-Christian religions or Marxist ideologies, because internationalism is a threat to the human diversity of our planet. Each religion, culture, customs, traditions and world view stem from the blood and soil of a particular people, and can not be made universal.

Ôðalism is advocating the repatriation of all non-Europeans in Europe as the solution to the genocidal politics lead by most European nations today – and also repatriation of all unmixed Europeans from the former European colonies. Because of the young age of the Native American population, going no more than 18,000 years back in time, and also because of the fact that the Native American population is a mix between Asians and Europeans, America is a special case and should be treated as such. If nothing else America should serve as an example of how colonisation leads to genocide and a huge loss to mankind; the American Natives are almost extinct today, and so is their beautiful and colourful culture.

There is not hatred for others in Ôðalism, only love for your own. There is no destruction of others in Ôðalism, only protection and preservation of what is your own. There is no plans for world supremacy in Ôðalism, only love for and a strong link to the soil of the forebears. There is no interventionism or aggression in Ôðalism, only respect for each and every people’s right to rule itself as it sees fit.

Ôðalism is not nationalism in a modern sense: each and every modern nation is a modern construct based on geography (where the borders have been drawn) and ethnicity (i. e. languages spoken) instead of racial – or if you prefer tribal – identities. The Ôðalic nationalism is based on race. E. g. to Europeans today the European race (and different sub-races) is the nation. The language spoken is completely irrelevant in relation to racial identities. 

Original article: 
https://thuleanperspective.com/2013/07/31/why-odalism/


martes, 10 de enero de 2017

Sé todos los cuentos - León Felipe


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

- León Felipe -

viernes, 6 de enero de 2017

ABSURD - Mourning Soul


My days are grey like dead snow 
A fire's burning in my soul 
Why should I kneel lying in pain 
My death is real this day 

In solitude I could not tell 
Just my deepest sorrow 
All time thats left is freezing me 
I'm waiting for tomorrow 

The fire in my mourning soul 
Burns all my feelings to the ground 
And all my hope has gone away 
I simply will decay 

Of fallen mind I ran away 
Decay lies behind me 
On desert plains where I can see 
The northern light it blinds me 

No strength or hope to break the spell 
This curse that ties me down 
My mortal life runs out of me 
I'm dying on my own 

The fire in my mourning soul 
Burns all my feelings to the ground 
And all my hope has gone away 
I simply will decay

jueves, 5 de enero de 2017

La televisión pública marroquí enseña a las mujeres cómo maquillar las huellas de maltrato

http://www.rtve.es/noticias/20161128/television-publica-marroqui-ensena-mujeres-como-maquillar-huellas-maltrato/1447761.shtml

La televisión pública marroquí enseña a las mujeres cómo maquillar las huellas de maltrato
Una esteticista profesional maquilló a una modelo con moratones en el rostro
El programa se emitió con motivo del Día Mundial contra la Violencia de Género
Su emisión ha generado una amplia ola de indignación social en el país magrebí
28.11.2016 | actualización 17h12

RTVE.es / AGENCIAS
"Hoy tratamos el maquillaje que sirve para disimular las huellas de maltrato". Así comenzó uno de los programas de la televisión  pública marroquí en su edición especial para celebrar el Día Internacional para la lucha contra la Violencia de Género. La emisión de este tutorial ha generado una amplia ola de indignación social en el país magrebí y reabierto el debate sobre la normalización del maltrato en el país vecino.  

Los internautas han lanzado una campaña en la plataforma www.change.org titulada "Don't cover domestic violence with makeup ! (no disimules la violencia doméstica con maquillaje)" en la que piden a la Alta Autoridad de la Comunicación Audiovisual (HACA, regulador de medios de comunicación) que dicte sanciones contra el canal 2M.

"Como mujeres marroquíes y como activistas feministas en Marruecos, y en nombre de todos los marroquíes, denunciamos el mensaje de la normalización con la violencia contra las mujeres. Exigimos sanciones severas contra este programa", denuncia la petición que ha recolectó más de 500 firmas en solo un día y ya va por las 2.0000.

La normalización del maltrato
El programa matinal Sabahiyat 2M hizo una edición especial el viernes para celebrar el Día Internacional para la lucha contra la Violencia de Género y dedicó una sesión de maquillaje para enseñar a las mujeres maltratadas cómo esconder sus moratones y heridas causadas por sus parejas o familiares.

La emisión mostraba a una esteticista profesional con una paleta de correctores en la mano mientras daba consejos y maquillaba a una modelo con huellas de maltrato.

Fotograma del tutorial de maquillaje para mujeres maltratadas emitido en la televisión pública marroquí. Fotograma del tutorial de maquillaje para mujeres maltratadas emitido en la televisión pública marroquí.
"Hoy tratamos el maquillaje que sirve para disimular las huellas de maltrato", explicaba la maquilladora al introducir la emisión y añade que la violencia de género es un "asunto lamentable del que no debemos hablar pero que existe desgraciadamente".

La cadena pide perdón

El canal televisivo retiró más tarde la emisión de su página web y publicó en su cuenta Facebook una disculpa en el que subrayó que la dirección del canal estima que esta emisión "es completamente inapropiada y conlleva un error de apreciación editorial tomando en cuenta la sensibilidad y la gravedad del asunto de la violencia contra las mujeres".

Las disculpas de 2M no han calmado los ánimos de las redes sociales que compartieron profusamente el vídeo.

El pasado mes de julio, la ministra de Solidaridad y la Mujer, Basima Hakkaui, lamentó que la violencia de género está adquiriendo en Marruecos "dimensiones muy preocupantes y graves".

Hakkaui afirmó que la violencia física sigue siendo la forma de agresión más alta en Marruecos en comparación con los otros tipos de violencia, y afecta especialmente a las mujeres de edades de entre 18 y 45 años.



miércoles, 4 de enero de 2017

Xenophobia - Thousand Lies



Come closer.
I've got what you need.
I crawl into your veins.
Satisfaction guaranteed.

A thousand smiles. A thousand lies.
I'll break you down you'll need more just to stay alive.
A thousand dead. A thousand highs.
Close your eyes and wait to die.
Your life was built on a thousand lies.

I don't know what you're looking for.
I don't know why you keep on crawling back for more.
Erase and rewind.
Your life is gone.
I can read you like an open book.
I'll steal your life like the lives you took.
I'll set you free from what you've become.

See the needle disappear into your skin.
Shoot it up and wait for the thrill.
Lay your body down and wait for the chill
And I'll whisper you lullaby that will kill.

A thousand smiles. A thousand lies.
I'll break you down you'll need more just to stay alive.
A thousand dead. A thousand highs.
Close your eyes and wait to die.
Your life was built on a thousand lies.

Throw away everything you've got
For a rush you cannot stop.
Injecting the will, the will to be free.

See the needle disappear into your skin.
Shoot it up and wait for the thrill.
Lay your body down and wait for the chill
And I'll whisper you lullaby that will kill.