sábado, 22 de octubre de 2016

La violencia vale su peso en oro



A mucha gente le gusta pensar que son pacíficos. Por lo general la gente afirma aborrecer el uso de la violencia y la violencia se ve como algo negativo por la mayoría. Muchos fallan en diferenciar entre violencia necesaria e innecesaria. Justa e injusta. Algunos pomposos y pagados de sí mismos quieren pensar que están por encima de la desagradable y violenta cultura de sus antepasados. Dicen “la respuesta no es la violencia” Dicen también que “la violencia no resuelve nada”.

Se equivocan. Todos ellos dependen de la violencia cada día.

Cada vez que hay elecciones, gente de todo tipo hace cola para depositar sus votos y al hacerlo, esperan influir en aquellos que serán los que sostengan el bastón de mando. Los que pretenden acabar con la violencia, como si eso fuese posible o deseable, a menudo pretenden desarmar a sus conciudadanos. Esto no terminará la violencia, sólo le dará a la chusma estatal el monopolio sobre la misma. Te hará sentir más seguro…mientras no molestes al que manda.

Todos los gobiernos, de izquierda, de derecha o de otras cosas, son coercitivos por su propia naturaleza. Han de ser así.

El orden exige violencia.

Una norma que no esté respaldada por la certeza de la violencia se queda en simple sugerencia. Los gobiernos se edifican con leyes dispuestas a hacerse cumplir por hombres listos para ejercer la violencia contra los que rompan esas leyes. Cada impuesto, cada código y cada licencia necesita una serie de penas cada una más dura que la anterior por incumplirla. Al final, el resultado es la confiscación de la propiedad o el encarcelamiento llevado a cabo por hombres armados preparados para ser violentos en caso de que se ofrezca resistencia. Cada vez que una ama de casa se indigna y pide penas más duras por conducir borracho o vender tabaco a los menores de edad o llevar un pit bull suelto o no reciclar la basura…está pidiendo al Estado que use la fuerza para que se imponga su voluntad. Ya no lo está pidiendo de buenas maneras. La viabilidad de cada ley sobre la familia, sobre el terreno, tráfico, inmigración, importaciones o regulaciones financieras depende de los recursos y la voluntad  por parte del grupo para hacerla cumplir por la fuerza.

Cuando un ecologista exige que se salve a las ballenas está diciendo que salvar a las ballenas es tan importante que merece el dañar a humanos que dañan a las ballenas. Los pacíficos ecologistas están pidiendo al leviatán que autorice el uso de la violencia para proteger a los leviatanes (n.d.t; pincha en los enlaces para entender el juego de palabras) Si los mandatarios estuvieran de acuerdo y expresaran que efectivamente es importante salvar a las ballenas pero no quisieran penalizar a aquellos que las dañaran, o rechazaran respaldar esas penas con la amenaza de una acción policial o militar, todo quedaría en un simple gesto sin consecuencias. Un brindis al sol. Aquellos que quisieran dañar a las ballenas se sentirían libres de hacerlo, como se ha dicho, con impunidad, sin pena.

Sin acción las palabras sólo son palabras. Sin violencia, las leyes sólo son palabras.

La violencia no es la única respuesta, pero es la última respuesta.

Se puede argumentar moral y eticamente, apelando a la razón, la emoción, la estética o la compasión. La gente se conmueve por este tipo de argumentos y cuando están suficientemente convencidos, siempre que les convenga, la gente se modera o cambia sus comportamientos.

En cualquier caso, esa libre asunción de muchos inevitablemente crea una vulnerabilidad lista para ser explotada por cualquier persona a la que poco le importen las normas éticas y sociales. Si todo el mundo baja sus armas y no las cogen otra vez, el primer hombre que lo haga puede hacer lo que quiera. La paz sólo puede mantenerse sin violencia mientras todos lo quieran así. Para mantener la paz cada persona en cada generación, hasta que la guerra sea algo olvidado, ha de estar de acuerdo en seguir siendo pacífico. Por siempre y para siempre. Ningún delincuente o busca líos puede preguntar “¿Y si no, qué?” porque en una sociedad de veras no violenta, la mejor resupuesta disponible es “O si no, pensaremos que eres una mala persona y no querremos estar contigo”. Nuestro bronquista será libre de responder “No me importa, haré lo que quiera”.

La violencia es la última respuesta a la pregunta “¿Y si no, qué?”.

La violencia es el oro almacenado en el banco central, las reservas que garantizan el orden. En realidad, es aún mejor que el patrón oro porque la violencia tiene valor universal. La violencia trasciende a filosofías, religiones, tecnología y cultura. La gente dice que la música es un lenguaje universal pero un puñetazo en la cara duele sin importar qué idioma hables o qué música te guste. Si estás encerrado en una habitación conmigo y agarro una tubería y hago el gesto de atacarte con ella, no importa quien seas; tu cerebro de mono inmediatamente entenderá el “¿Y si no qué?”. Y de alguna manera, un orden se establece.

Entender lo que es la violencia es básico para la vida humana y el orden social, es como entender que el fuego quema. Lo puedes utilizar y lo tienes que respetar. Puedes actuar contra ello y algunas veces incluso controlarlo, pero no puedes hacer que deje de ser así sólo por desearlo. Igual que un incendio, a veces es devastador y no lo ves venir hasta que es demasiado tarde. A veces es algo más grande que tú. Pregunta a los cherokee, los incas, los romanovs, los judíos, los confederados o los bárbaros. O los romanos. Todos ellos se saben lo de “Y si no, ¿qué?”.

El reconocer que el orden exige violencia no es una revelación aunque para muchos pueda parecerlo. La mera noción de ello deja a más de uno apopléjico y algunos incluso lo discutirán furiosamente usando toda suerte de argumentos parciales e hipotéticos porque “no les suena correcto”. Las cosas no necesitan sonar bien para que sean ciertas. La realidad no se moldea ni se acomoda a las fantasías o los sentimientos.

Nuestras sociedades complejas se basan en la violencia interpuesta hasta un punto que la mayoría de la gente puede ir por la vida sin haber entendido realmente o pensado en profundidad sobre la violencia, porque son ajenos a ella. Nos podemos permitir verla como algo lejano, un problema abstracto listo para ser resuelto a través de estrategias de alto nivel intelectual e ingeniería social. Cuando la violencia llama a la puerta, podemos llamar nosotros a la policía para pedir que la detengan. Pocos civiles se toman de verdad el tiempo necesario para pensar que lo que están haciendo es esencialmente pagar a una banda armada dinero para que les proporcionen protección y que vengan y cometan violencia a nuestro favor. Cuando los violentos son capturados pacificamente, muchos de nosotros no hacemos la conexión, ni siquiera nos damos cuenta de que el motivo por el que el perpetrador se deja detener es por el arma en cinto del agente de policía. O por la seguridad implícita de que será perseguidos y capturado por más agentes que tienen la autoridad de matarlo si lo consideran una amenaza…Una amenaza para el orden establecido.

Hay como dos millones y medio de presos en los Estados Unidos de América. Más del 90% de ellos son hombres. La mayoría de ellos no se entregaron. Casi ninguno intenta escapar porque hay alguien vigilando listo para dispararles en una torre. Muchos son delincuentes no violentos. . Las amas de casa, los contables, los famosos solidarios y los veganos de crianza al aire libre mandan sus impuestos y gastan de forma interpuesta miles de millones de dólares para mantener el orden social por medio de la violencia.

Es cuando nuestro orden violento cede paso un desorden violento, como tras una catástrofe natural, que podemos ver como dependemos de aquellos que mantienen el orden mediante la violencia. La gente roba y saquea porque puede y mata porque piensa que se irá sin consecuencias negativas. Tratar con la violencia y encontrar a los hombres violentos que te protegerán de otros hombres violentos de repente se convierte en una necesidad real y apremiante.

Un amigo me contó una historia sobre un incidente que tuvo un familiar suyo, un policía y creo que viene a cuento. Unos adolescentes estaban en un centro comercial, fuera de una librería. Estaban hablando con unos policías. Un policía relativamente grande, no alguien con el que te quisieras meter. Uno de los chicos le dijo al policía que no veía el por qué la sociedad necesitaba policías.

El policía se acercó al chico y le dijo “¿tienes alguna duda de que te pudiera partir los brazos y quitarte ese libro si me diera la gana hacerlo?”

El chico, obviamente asustado por la brutalidad de la pregunta, dijo “No”.

"Por eso necesitas policías, muchacho."

George Orwell escribió en sus “Notas sobre nacionalismo” que para los pacifistas, la verdad de que “aquellos que abjuran de la violencia sólo pueden hacerlo porque otros la cometen en su nombre” es muy obvia…pero imposible de aceptar. Mucha irracionalidad hay en la incapacidad de aceptar que confiamos pasivamente en la violencia para nuestra protección. Las fantasías escapistas del estilo del Imagine de John Lennon corrompen nuestra habilidad para ver el mundo como es, de ser honestos con nosotros mismos sobre lo natural de la violencia en el animal humano. No hay evidencia que apoye que el ser humano es una criatura pacífica por naturaleza. Hay sin embargo evidencia suficiente para demostrar que la violencia ha sido siempre parte de la vida humana. Cada día los arqueólogos desentierran otro craneo de algún primitivo, dañado por las armas o algún golpe. Los primeros códigos legales eran impresionantemente duros. Si nos sentimos menos amenazados hoy, si nos sentimos como que vivimos en una sociedad no violenta, es sólo porque hemos cedido mucho poder al Estado sobre lo que sucede en nuestro día a día. Muchos dirán que esto es lo razonable, pero también podríamos pensar que es simple vagancia, pereza. Una pereza peligrosa a tenor de lo poco que confía la gente en los políticos.

La violencia no sale de las películas o los video juegos o la música. La violencia sale de la gente. Va siendo hora de que la gente se despierte de la borrachera de los años 60 y empiece a ser honesta sobre la violencia otra vez. La gente es vioenta y eso es bueno. No puedes enterrarlo con leyes o evitar el tema hablando de otra cosa. Basándonos en la evidencia disponible, no hay motivo para creer que la Paz Mundial se consiga alguna vez o que la violencia “se pueda frenar”.

Es el momento de dejar de preocuparse y empezar a apreciar la espada.

La Historia nos enseña que si nosotros no lo hacemos, otro lo hará.

Original: Violence is golden, de Jack Donovan. Extraído de Soul Guerrilla:
http://soulguerrilla.com/index.php/2016/08/23/la-violencia-vale-su-peso-en-oro/

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